Escrito por: José Ruiz
Fecha: 25 junio, 2014
El Celler de Can Roca
Dirección: Cl Can Sunyer, 48; C.P.: 17007 Girona
Teléfono: 963.936.300
Tipo de cocina: Alta cocina de vanguardia
Precio de la experiencia: 305 € por persona.
Un año de espera valió la pena
Para un “foodie” peregrinar al menos una vez en la vida a “El Celler de Can Roca” es un acto cuasi obligado, aunque por pedir, lo deseable sería una vez al año, con el cambio de menú.
Después de un año desde la reserva, nuestro sueño se ha cumplido y hemos podido disfrutar de la experiencia que supone visitar El Celler de Can Roca. Nuestras expectativas eran muy altas, pero os aseguramos que se han cumplido con creces. La magia de los Roca te lleva a un disfrute integral, armonioso, perfecto… Valió la pena.
Primer post a cuatro manos
Las emociones son tantas y tan intensas que hemos decidido contártelo entre los dos (Ana Juan y Jose Ruiz), lo que nos lleva a escribir por primera vez un post “a cuatro manos” para intentar trasmitiros todas nuestras impresiones.
Alta cocina de vanguardia
Alta cocina de vanguardia que aúna el producto de mejor calidad, las técnicas culinarias más novedosas (los hermanos Roca han inventado algunas), imaginación, creatividad, meticulosidad, presentaciones originales de una estética bellísima y lo que es más importante la armonía y equilibrio del conjunto de la creación.
En algunos platos el sabor es profundo e intenso, en otros delicado y sutil, pero en todos encontramos una creación solidamente argumentada en la que todos los ingredientes que componen el plato tienen un sentido, todos aportan y tienen algo que decir. Una cocina que sorprende y emociona a la vez.
Cocina, bodega y sala en perfecta armonía
La profesionalidad y genialidad de cada uno de los tres hermanos brilla con luz propia, pero unida y compenetrada suma más que tres. Por separado son grandes pero como equipo son enormes, casi inalcanzables. Joan el cocinero, sosegado y perfeccionista, Josep (Pitu) el sumiller y jefe de sala, el más emocional y comunicativo y Jordi, postrero como él mismo se define, tal vez el más atrevido y trasgresor de los tres.
Comparten talento y pasión con la que desempeñan su trabajo, además de humildad, cercanía y disposición para el trato personal a todos y cada uno de los comensales que visitan su restaurante.
Rezuman creatividad y profesionalidad por los cuatro costados, además de ser trabajadores infatigables que siempre están al pié del cañón. Cocina, bodega y sala en comunión perfecta, que han sabido plasmar y trasmitir con su logotipo, la R de tres patas o con su alegórico centro de mesa (tres “rocas”).
El reto de empezar de nuevo cada temporada
Cada año, cada temporada con el cambio de menú, tienen el reto de reinventarse, de abordar la hoja en blanco que será el nuevo menú degustación. Para ello continuamente experimentan nuevos productos, texturas, cocciones, técnicas, armonías, etc. que les permiten confeccionar una nueva carta a la altura de las expectativas creadas, para seguir siendo geniales de manera regular.
Emplazados en su barrio de siempre
El Restaurante se emplaza en una parcela con jardín que acoge una antigua casa residencial, a la que han adosado una moderna construcción.
Desde la calle, ya te ofrece una imagen de naturalidad y sencillez: listones de madera ajada por el paso del tiempo, un rótulo en letras de pequeñas dimensiones del mismo material.
Tras el paso estrecho y azagado por la rampa de acceso, desembocas en un agradable patio cuyo telón de fondo es la antigua casa burguesa, engalanada con flores de colores.
Bienvenida en el patio frontal
Nos dieron la bienvenida e invitaron a sentarnos en uno de los acomodos a la sombra, ofreciédonos una bebida mientras elegíamos el menú. Expectación, buen ambiente entre los amigos, muy a gusto con el momento que nos toca vivir juntos. No tenemos dudas, elegiremos el más completo.
Pudimos tomar los entrantes de bienvenida aquí, pero preferimos hacerlo ya en la mesa, para tener la oportunidad de visitar antes la cocina.
Jordi nos mostró cómo trabajan en la cocina
En cuanto llegó nuestro amigo Restaurantero Jerónimo, nos adentramos en la recepción, donde se encontraba el menor de los Roca. Jordi nos recibió con mucha amabilidad y se ofreció a mostrarnos él mismo la cocina, a pesar de ser hora punta en la preparación del servicio.
Nada más traspasar las puertas abatibles, encontramos a Joan Roca en su faceta de chef director de la orquesta, con quien recordamos nuestro anterior encuentro con los Restauranteros en abril de 2013, cuando le nombramos Restaurantero de Honor.
En la cocina gran actividad pero con orden y sosiego
Seguimos a Jordi, nuestro cicerone en una interesante excursión, al corazón de esta gran casa. ¿Qué esperas encontrar en una cocina que prepara menú para unos 50 comensales, con más de 14 platos cada uno? En este momento sería previsible que los nervios estén a flor de piel pero nada más lejos de la realidad. Se percibe actividad, ritmo, pero de manera ordenada y sosegada. Nadie levanta la voz, los cocineros esperan cortésmente que pasemos, con calma, paciencia y una sonrisa.
El Roca-Lab: laboratorio de futuras creaciones
Jordi nos estuvo explicando cómo se organizan, las partidas, sus inventos… incluso nos mostró el “Roca-Lab”: un pequeño cuarto repleto de utensilios, libros de cocina, recipientes de vajilla, pizarra con anotaciones y dos cocineros cual alquimistas, trabajando en laboratorio donde se fraguan futuras creaciones culinarias. Todo se muestra, nada se esconde: transparencia, franqueza.
Mesa redonda para 6
Abandonamos la cocina ubicada en los bajos de la casa principal, para acomodarnos en nuestra redonda mesa para seis. Hemos pasado al edificio nuevo: todo luz, de nuevo madera, cristal, líneas rectas, sencillez. Sorprende su forma triangular, en cuyo centro un patio acristalado de la misma forma, deja penetrar la luz y permite que tu mirada respire, que entrevea el resto de la sala. Estamos cómodos.
El menaje llega con cada plato
Nuestra mesa está en uno de los ángulos, separada de la siguiente por un mueble que alberga el servicio del vino y demás menaje. Al centro tres piedras, tres “rocas”. Impecablemente vestida con mantel textil, un plato, servilleta y una copa se asigna a cada comensal, no hay cubiertos, todo llega particularmente acompasado a cada plato, a cada bebida maridada. Y es que la creatividad llega a la vajilla, todo coordinado, tras cada plato una trama creativa de principio a fin.
Pasa a saludar Pitu Roca
Nos asignan una camarera y el sumiller que atiende la nuestra y otras mesas. En ese momento llega Pitu Roca a saludar y asegurarse de que estamos bien. Se disculpa por no habernos recibido, ha tenido que acudir a por los certificados de la gamba de Palamós. Qué naturalidad, cuánto saber estar. Aprovechamos para pedirle que nos mostrara la bodega tras la comida, lo que aceptó de buen gusto y cumplió más tarde.
Preparados, listos, ya!
Dos son las posibilidades de menú. Un menú de clásicos por 155 € que si se acompaña del maridaje seleccionado por Josep (Pitu) Roca se incrementa en 55 € y el menú Festival el más largo e innovador cuyo precio es de 190 € y el maridaje de 90 €.
Nuestra decisión era clara queríamos el menú Festival con el maridaje propuesto por Josep (Pitu) Roca.
Distintos tipos de panes acompañan el menú: de aceite, brioche de tomate, chapata, de vino, de nueces…, a cual mejor que otro.
El primer pase: snacks
Comerse el mundo. Presentación divertida, al quitar el lazo del globo terráqueo al estilo farolillo chino aparecen cinco pequeños bocaditos representativos de la cocina de cinco países distintos. Si has tenido la suerte de viajar a alguno de ellos, o has probado su cocina, te das cuenta que estos snacks son un digno representante de cada una de las cocinas. Nos gustaron todos, especialmente China y Marruecos.
México: burrito de mole pueblano y guacamole.
Turquía: tartaleta de parra con puré de lentejas, berenjena y especias con shots de yogur de cabra y pepino.
China: verduras encurtidas con crema de ciruelas.
Marruecos: almendra, rosa, miel, azafrán, ras el hanout y yogur de cabra.
Corea: pan frito con panco y panceta con salsa de soja, tirabeques, kimchi y aceite de sésamo.
Seguimos con un clásico que no cambia en las propuestas de cada temporada: las olivas caramelizadas rellenas de anchoa de L’Escala colgadas de un bonsai de olivo. Efectista y delicioso, claro guiño a la mediterraneidad. Es el único plato salado que se elabora en la partida de postres.
Coral: escabeche de percebes al laurel y albariño. Ceviche de langosta. Tanto uno como otro con profundo sabor yodado. El escabeche de percebes tremendamente adictivo, aúna sabor y armonía.
Tartaleta de camarones: tan crujiente que se rompe si no eres delicado al cogerla. Intenso y reconocible sabor al crustáceo.
Bombón de carpano con pomelo y sésamo negro. Elaborado mediante la técnica de la esferificación. El carpano es un vermut italiano, hay que comerlo de un solo bocado y al romper el bombón se produce una explosión de sabor en la boca.
Bombón de perrechicos. Otra esterificación que encierra una crema con profundo sabor del hongo, también conocido como seta de primavera. Al igual que el anterior recomiendan comer de un solo bocado y que explote en la boca.
Brioche de perrechicos. Variación del anterior snack, idéntico sabor pero con textura distinta.
Y después de todo esto… empieza el menú propiamente dicho
Consomé primaveral: consomé vegetal a baja temperatura de brotes, flores, hojas y fruta. Cocinado en el Roner. Se trata de una sopa multicolor, en cuanto a ingredientes, en el que abundan los guisantes lágrima. En cambio el caldo de soporte es transparente y denso, con cierta viscosidad de sabor sutil y delicado. El plato es muy estético, como podéis apreciar vosotros mismos en la foto.
Contessa de espárragos blancos y trufa. Presentación inspirada en la popular tarta de Frigo de nombre homónimo. La crema helada de nata sustituida por una crema de espárragos de intenso sabor y el chocolate por la trufa presente tanto en polvo como en lascas. Armonía y equilibrio de sabores de difícil maridaje con el vino. Acompaña al plato una punta de espárrago coronada de una lasca de trufa. Una lástima que el plato llegara a la mesa ligeramente derretido, perdió su gracia estética.
Caballa con encurtidos y hueva de mujol. Salsa de caballa con vino blanco, limón, tápenas y guindillas en vinagre, tomate frito, hueva de mujol, caballa marinada al azúcar y sal. Infusión de caballa. Presentación impactante, combinado juego visual entre la vajilla sobre la que se presenta, elaborada “ad hoc”, y la elaboración en sí. Sabor intenso que mis recuerdos transportaron al sabor de los bocadillos de caballa del puerto de Estambul.
Ensalada de ortiguillas, navajas, espardeñas y algas escabechadas. Presentación en cuenco con forma de erizo, tiras de navajas y ortiguillas que se comen con pinzas y el caldo de algas y anémonas que se remata con cucharilla. Textura firme y caldo fino. Intenso sabor marino del conjunto.
Toda la gamba: gamba a la brasa, jugo de la cabeza con algas, alga de mar, quinua, bizcocho de plancton. Ejemplo de como darle un guiño creativo a un plato de producto por antonomasia. Se le saca partido a cada parte de la gamba a través de diversas técnicas y cocciones potenciando su sabor y/o posibilitando una textura comestible. Las colas de gamba muy poco cocinadas. Sabor, textura y exaltación al producto estrella de Palamós.
Cigala al vapor de Palo Cortado, velouté de bisqué y caramelo de Jerez. Me encantó la puesta en escena de esta creación. Se vierte un chorrito de Palo Cortado sobre una rejilla en la que descansa la cola de la cigala y que en su base hay depositadas piedras volcánicas calentadas a soplete, rápidamente se tapa y el efecto vapor provoca al la vez la cocción y el aromatizado del crustáceo. La sala queda invadida por el adictivo aroma del generoso. Se acompaña con un caldo de las cabezas de la cigala y un caramelo (apenas una gota sobre una cuchara) elaborado con la reducción del palo cortado. Plato elaborado por el triunvirato Roca, cada uno aportando su parcela de responsabilidad.
Raya confitada con aceite de mostaza. Acompañada de mantequilla noisette, miel, vinagre de Chardonnay, bergamota, mostaza aromatizada, tápenas confitadas y avellana ahumada. Una buena porción de pescado perfectamente (poco) cocinado sirve de soporte a lo que constituye el hilo argumental de este plato: todas y cada una de las salsas. Ejemplo de cómo cambiar el protagonismo previsible en un plato.
Mar y montaña: sardina con papada, caldo de las espinas a la brasa, salsa de cochinillo y aceite de perifollo. Podríamos decir que es un trozo de papada vestido con la piel de la sardina. El primer bocado es para la sardina para ceder rápidamente todo el protagonismo a la papada, nace en el mar, pero vive en la montaña. Tal vez el único plato que no me dijo nada de todo el menú.
Mandala especiado de flor de alcachofa: ventresca de cordero lechal, mollejas de cordero, yogurt de curry, remolacha, espinacas, nabo, limón, mandarina, moniato, hojas y flores. El nombre del plato es toda una alegoría a la figuración, a la bellísima presentación del plato de estética circular. Gran cantidad de ingredientes acompañan a un tierno y suave cordero que cede parte de protagonismo a una espectacular flor central de hojas de alcachofa. No me extraña que haya sido el motivo con el que han ilustrado el DVD de El Somni. Plato estético para el recuerdo.
Colmenillas con jarrete de ternera, tuétano, tendones, aguacate terroso y habitas. Si el anterior plato destacaba especialmente por su belleza estética, éste destaca por su potencia sápida, sin medias tintas. Para repetir y repetir…
Trilogía de pichón: corazón de pichón y nube de arroz. Caldo de pichón. Morcilla y pechuga de pichón Tatjé. Nos presentan el pichón en tres facetas o versiones. El corazón, realmente es una querelle de paté intenso elaborado a base de las vísceras del ave. La pechuga rosadita, perfectamente cocinada y finalmente el caldo aportando la esencia del ave. Disfruté con su “corazón”.
Ensalada verde de guisantes, regaliz e hinojo. Curioso y original postre, ideado como plato de transición de la parte salada a la dulce. Popurrí de guisantes liofilizados, congelados, sólo blanqueados… Marcado sabor a regaliz y profundo aroma de hinojo. El conjunto resulta refrescante y cumple su papel. Transgresor, te desconcierta comer guisantes en los postres.
Helado de masa madre con pulpa de cacao, lichis salteados y macarones de vinagre de Jerez. Este postre impresiona tanto por la forma del soporte, que tiene forma de masa, como por su movimiento con pequeñas oscilaciones simulando el proceso de fermentación. El sabor del conjunto es suave y armónico con ligeros aromas de levadura.
Anarkía de chocolate. Mezcla de diferentes texturas, formas y tipos de cacao. Multitud de elaboraciones distintas, hasta sesenta y ocho tipos de chocolate distintos. Sabor potente, pero a diferencia de otros postres de chocolate, liviano en su digestión. Un toque especiado le da “chispa” al postre.
Nos quedamos con ganas de probar su mediática manzana de fería.
Con los cafés llegó el carro con los petit fours.
Maridaje de Josep Roca para el menú festival
Albert i Noya Cava El Celler Brut (D.O. Penedès). Ligero y refrescante, acompañó los extensos snacks.
A pèl 13 Vi natural (D.O. Penedès). Un vino sin filtración, con claros recuerdos al origen del vino, el mosto. Acompañaba el consomé primaveral. Tal vez el único vino que no me gustó.
Joh. Jos. Prüm Kabinet 08 (V.D.P. Mosel). Armonizaba la Contessa de espárragos y trufa. Su acidez y toque abocado procuraron una combinación posible con estos ingredientes de siempre difícil maridaje.
Matassa 11 (Vin du Pays des Côtes Catalanes). Servido con la caballa, con suficiente cuerpo y acidez para enfrentarse con el sabroso pescado azul.
Navazos Niepoort 12 (Vino de mesa de Jerez). Armonizaba la ensalada de ortiguillas. Un maridaje buscando semejanzas yodadas, almas gemelas.
Viña Tondonia Blanc 99 (D.O. Ca. Rioja). Con toda la gamba. Un coupage de viura y malvasía de larga crianza, complejo y evolucionado. Una genialidad de vino.
Sarnin-Berrux 11 Magnum (A.O.C. Meursault) Servido con la delicada Raya, acompañó adecuadamente sin solaparla.
Beatum 10 (Vino de mesa de Liebana) este mencía santanderino acompañó el mar y montaña. Tinto fresco, de corte atlántico y acidez marcada, que no me acabó de convencer.
Sant Antoni 10 (D.O. Qa. Priorat). Servido junto con la Mandala. Un Priorat, monovarietal de garnacha, frutal, mineral y de cierta complejidad, con un perfil bastante elegante.
El Ciruelo 11 (D.O. Valle de la Orotava) Acompañaba el jarrete de ternera. Con la suficiente acidez para limpiar la boca de la untuosidad del plato.
San Vicente 91 Magnum (D.O. Ca. Rioja). Armonizó la trilogía de Pichón. Uno de los protagonistas del día. Se trata de la primera cosecha de este singular tempranillo peludo de la familia Eguren, pero además es uno de los 100 magnums que la familia reservó, sin paso en madera, para consumo personal. La amistad e insistencia de Pitu con los Eguren han hecho posible que algunos clientes de El Celler de Can Roca hayamos podido disfrutar de esta rareza-singularidad. Según el propio Pitu, en cata paralela, este San Vicente sin barrica se muestra más en forma que su homólogo con la crianza de 20 meses en barrica. Experimento empírico que constata, que la acidez es quien otorga ese pasaporte a la eternidad.
Weingut Egon Müller Scharzhof 09 (V.D.P. Mosel). Armonizaba por afinidad el postre de los guisantes. Una adecuada pareja de baile.
Sake Katsuyama Gozenshu Gen. Acompañaba al helado de masa madre. Mi primer sake vínico. Moderadamente dulce, me recordó a los vendimias tardías de Loira, una armonía muy acertada.
Café Apaneca El Salvador Finca Bosque Lya / Niños PX de Valdespino (D.O. Jerez). Maridaba la Anarkía de chocolate. Niños, tal y como me apuntó Eugenio Saenz, uno de los mejores PX. Complejo, denso y eterno.
De la mesa a la bodega
Cumpliendo su promesa, Pitu Roca nos mostró la bodega, o mejor dicho, nos la cuenta, describe acompañado de música, imágenes y elementos, la selección de sus zonas vinícolas preferidas. Lo cuenta, lo vive, trasmite, se emociona, nos emociona a los demás. Os invitamos a leer el post sobre la bodega de el Celler que publicamos tras nuestra anterior visita y constataréis el porqué de tantas emociones.
Terminamos donde empezamos
Y terminamos dónde empezamos, tomando una copa en la terraza en los mismos asientos que la copa de bienvenida, para acabar con un “digestivo” Gin tonic de la casa de Tanqueray Ten con Fever-Tree y unos hielos especiados. Tan a gusto estábamos que nos cruzamos al salir con los comensales del turno de la cena.
Todo pensado para el deleite de los sentidos
En este restaurante nada es casual, todo está pensado (muy pensado) diríamos que intencionadamente premeditado para el deleite de los sentidos. Cuando uno tiene la suerte de visitar esta casa de las delicias, sucumbe a la genialidad. Sin duda, “nuestro” mejor restaurante del mundo.
A 4 manos! Debe ser complicadísimo! Y no habéis reñido? XXXD
El resultado en todo caso, magnífico.
De las fotos ya ni te cuento: la de las olivas caramelizadas y la de la ensalada verde son de auténtico profesional.
Bss y abrzs según corresponda!
Aurelio Gómez-Miranda.
¡No tan complicado! de hecho sabes que colaboramos estrechamente, cada uno tiene sus habilidades y nos complementamos..
Muchas gracias Aurelio, me quedo con los besos.
Pues más sencillo de lo que piensas, al menos en nuestro caso que de una u otra manera ya lo estabamos haciendo.
Gracias por leernos.
Me tendré que conformar con los abrazos…
Curradísimo comentario, y un placer haber compartido un ratito con vosotros.
Gracias Jerónimo, por todo, todo y todo…
Un abrazo
El placer fue nuestro.
Muchas gracias, eres un magnífico anfitrión.
Un abrazo.
Pues reciban vds. mi más sincera enhorabuena por semejante festín y disfrute. El “problema” puede ser que tras gozar del oro, la plata y el cobre igual ya no saben igual de bien. 🙂
Está visto que a cuatro o a dos manos, sois geniales a la hora de contar las cosas.
Que la “digestión” de este festín os dure mucho, pero que mucho. Un abrazo.
Gracias Jon Ander
Pues seguro que coincides conmigo en que cada ocasión, cada lugar tiene su momento. Esto fue muy especial, todo un deleite, probablemente único…
Pero no excluyente, te diré que de vuelta a casa paramos en el Delta del Ebro a comer, y disfrutamos mucho con el arroz en un local sencillo y tradicional.
Si es que a los que nos gusta el restauranteo y comer…
Un abrazo
Como bien te comenta Ana, somos capaces de disfrutar tanto de lo sencillo, como de lo más complejo.
Muchas gracias lector fiel.
Un abrazo.
Enhorabuena por el disfrute; la primera visita marca por la cocina y por ellos…
Gracias Isaac. Como sabes conocimos a Joan y Pitu el año pasado y quedamos gratamente sorprendidos por su personalidad, profesionalidad y calidad humana.
Esta vez nos acompañó en la visita a la cocina Jordi y vimos que no hay dos sin tres: solícito, amable…
Como dices, marca.
Enhorabuena tanto por la experiencia vivida como por la forma de plasmarlo. La magnífica exposición que habéis hecho nos va servir de gran ayuda para nuestra próxima visita.
Un fuerte abrazo!
Gracias Fer.
Por ser vuestra visita en el mismo año, la oferta de menú será la misma.
Pero cada uno vive la experiencia de un modo, así que la vuestra será única.
Un abrazo y hasta pronto.
Espero disfrutéis tanto como nosotros.
Nuestras expectativas eran muy altas, pero se cumplieron con creces.
Hasta bien pronto.
Un abrazo.
Bueno chicos, qué festín, qué post, qué fotos, qué envidia, qué de TODO!!!
Muy buen trabajo. Me alegro de que disfrutarais de esa manera, porque para eso se espera un año para comer en el Celler!! Como dice Fer, pues ya tenemos vuestra referencia de lo más reciente.
Ana, las fotos DIVINAS DE LA MUERTE!! Te superas día a día, amiga. José, tú tampoco lo haces mal, amigo ;-P
Besos y nos vemos en Ca Toni!!
Muchas gracias guapa!!!
Pronto “sufrirás” en propias carnes la dulzura tras la espera…
Nos vemos en el Celleret de Ca Toni
Besos
Tu envidia se colmará más pronto que tarde
Besos.
¡Qué pasada de texto y de fotografía! Como siempre da gusto verlo.
Da gusto encontrarte por aquí.
Gracias.
Enhorabuena pareja!
Que envidia… de la sana, eh!
Sobre los vinos: me parece curioso e interesante lo del San Vicente. Hace poco probé un magnum con madera (claro) y estaba muy evolucionado, agotado.
¿que tal estaba el que bebisteis?
Y por otro lado, me parece extraña la combinación Tondonia Blanco con las gambas, ¿os gustó?
Saludos
Muchas gracias Jorge.
San Vicente estaba en forma, se apreciaba su evolución pero mantenía una más que digna acidez y acompañó muy bien al pichón. Pitu Roca si había catado San Vicente 1991 con y sin madera y nos comentó que el que no tenía paso por barrica estaba mucho más en forma que el que sí.
El Viña Tondonia Blanco con su carácter evolucionado es una estupenda “pareja de baile” de Toda la gamba.
Un abrazo.
A cuatro manos no vale, . . . que es broma, a cuatro manos el post ya se sale de lo normal.
Menudo espectáculo, y con esa narración y soporte fotográfico es como vivirlo, aunque de forma virtual, enhorabuena por el disfrute.
Yo me tengo que esperar hasta Noviembre, pero para un homenaje en “El Más Grande”, siempre vale la pena la espera.
Un abrazo a las 4 manos y a los otros 2 comensales.
Muchas gracias Manu.
Afortunado tú que disfrutas de esta experiencia con periodicidad anual.
Otro abrazo para ti.
Ya os comenté que no quería leer este post tan especial “a presses i correres” como hacemos todos en alguna que otra ocasión (me confieso).
Acabo de leerlo, y por partida doble, y sólo cabe daros la más sincera enhorabuena por que habéis relatado a la perfección muchas de las sensaciones que yo mismo pude experimentar en mi visita el pasado mes de febrero.
Debemos felicitarnos por haber tenido la inmensa suerte de disfrutar de lugares como éste y de habernos apasionado por el mundo de la gastronomía.
¿A ver para cuando montamos una “comida de empresa” en el Celler?
Muchas gracias Toni.
Tienes toda la razón, para un apasionado de la gastronomía es una enorme oportunidad y, espero que no única, el poder disfrutar de una experiencia en El Celler de Can Roca.
Sería una excelente señal si esta empresa pudiese permitirse estos dispendios pero, ¿Quién sabe?